Comentario
Que trata del valle de Jauja y de los naturales dél, y cuán gran cosa fue en los tiempos pasados
Por este valle de Jauja pasa un río, que es el que dije en el capítulo de Bombón ser el nacimiento del río de la Plata. Terná este valle de largo catorce leguas, y de ancho cuatro, y cinco, y más, y menos. Fue todo tan poblado, que al tiempo que los españoles entraron en él, dicen y se tiene por cierto que había más de treinta mil indios, y agora dudo haber diez mil. Estaban todos repartidos en tres parcialidades, aunque todos tenían y tienen por nombre los Guancas. Dicen que del tiempo de Guaynacapa o de su padre hubo esta orden, el cual les partió las tierras y términos; y así, llaman a la una parte Jauja, de donde el valle tomó el nombre, y el señor Cucixaca. La segunda llaman Maricabilca, de que es señor Guacaropa. La tercera tiene por nombre Laxapalanga, y el señor Alaya. En todas estas partes había grandes aposentos de los ingas, aunque los más principales estaban en el principio del valle, en la parte que llaman Jauja, porque había un grande cercado donde estaban fuertes aposentos y muy primos de piedra, y casa de mujeres de sol, y templo muy riquísimo, y muchos depósitos llenos de todas las cosas que podían ser habidas. Sin lo cual, había grande número de plateros que labraban vasos y vasijas de plata y de oro para el servicio de los ingas y ornamentos del templo. Estaban estantes más de ocho mil indios para el servicio del templo y de los palacios de los señores. Los edificios todos eran de piedra. Lo alto de las casas y aposentos eran grandísimas vigas, y por cobertura paja larga. Tuvieron estos guancas con los ingas, antes que los conquistasen, grandes batallas, como se dirá en la segunda parte. Para la guarda de las mujeres del sol había gran recaudo, y si alguna usaba con hombre, la castigaban con gran rigor.
Estos indios cuentan una cosa muy donosa, y es que afirman que su origen y nascimiento procede de cierto varón (de cuyo nombre no me acuerdo) y de una mujer que se llamaba Urochombe, que salieron de una fuente, a quien llaman Guaribilca, los cuales se dieron tan buena mafia a engendrar, que los guancas proceden dellos; y que para memoria desto que cuentan hicieron sus pasados una muralla alta y muy grande, y junto a ella un templo, a donde, como a cosa principal, venían a adorar. Lo que desto se puede colegir es que, como estos indios carecieron de fe verdadera, permitiéndolo nuestro Dios por sus pecados, el demonio tuvo sobre ellos gran poder; el cual, como malo y que deseaba la perdición de sus ánimas, les hacía entender estos desvaríos, como a otros que hacía creer que nascieron de piedras y de lagunas y de cuevas; todo a fin de que le hiciesen templos, donde él fuera adorado. Conoscen estos indios guancas que hay Hacedor de las cosas, al cual llaman Ticeviracocha. Creían la in mortalidad del ánima. A los que tomaban en las guerras desollaban, y henchían los cueros de ceniza, y de otros hacían atambores. Andan vestidos con mantas y camisetas. Los pueblos tenían a barrios corno fuerzas hechas de piedra, que parescían pequeñas torres, anchas de nascimiento y angostas en lo alto. Hoy día a quien ve estos pueblos de lejos le parescen torres de España. Todos ellos fueron antiguamente behetrías, y se daban guerra unos a otros. Mas después, cuando fueron gobernados por los ingas, se dieron más a la labor y criaban gran cantidad de ganado. Usaron de ropas más largas que las que ellos traían. Por llantos traen en las cabezas una cinta de lana del anchor de cuatro dedos. Peleaban con hondas y con dardos y algunas lanzas. Antiguamente, cabe la fuente ya dicha, edificaron un templo, a quien llamaban Guaribilca; yo lo vi; y junto a él estaban tres o cuatro árboles llamados molles, como grandes nogales. A éstos tenían por sagrados, y junto a ellos estaba un asiento hecho para los señores que venían a sacrificar; de donde se abajaba por unas losas hasta llegar a un cercado, donde estaba la traza del templo. Había en la puerta puestos porteros que guardaban la entrada, y abajaba una escalera de piedra hasta la fuente y dicha, adonde está una gran muralla antigua, hecha en triángulo; destos aposentos estaba un llano, donde dicen que solía estar el demonio, a quien adoraban; el cual hablaba con algunos dellos en aquel lugar.
Dicen, sin esto, otra cosa estos indios: que oyeron a sus pasados que un tiempo remanescieron mucha multitud de demonios por aquella parte, los cuales hicieron mucho daño en los naturales, espantándolos con sus vistas; y que estando así, parescieron en el cielo cinco soles, los cuales con su resplandor y vista turbaron tanto a los demonios, que desaparescieron, dando grandes aullidos y gemídos; y el demonio Guaribilca, que estaba en este lugar de suso dicho, nunca más fue visto, y que todo el sitio donde él estaba fue quemado y abrasado; y como los ingas reinaron en esta tierra y señorearon este valle, aunque por ellos fue mandado edificar en el templo de sol tan grande y principal como solían en las demás partes, no dejaron de hacer sus ofrendas y sacrificios a este de Guaribilca. Lo cual todo, así lo uno como lo otro, está deshecho y ruinado y lleno de grandes herbazales y malezas; porque, entrado en este valle el gobernador don Francisco Pizarro, dicen los indios que el obispo fray Vicente de Valverde quebró figuras de los ídolos; desde el cual tiempo en aquel lugar no fue oído más el demonio. Yo fui a ver este edificio y templo dicho, y fue conmigo don Cristóbal, hijo del señor Alaya, ya difunto, y me mostró esta antigualla. Y este y los otros señores del valle se han vuelto cristianos, y hay dos clérigos y un fraile que tienen cargo de los enseñar en las cosas de nuestra santa fe católica. Este valle de Jauja está cercado de sierras de nieve; por las más partes dél hay valles, donde los guancas tienen sus sementeras. La ciudad de los Reyes estuvo en este valle asentada antes que se poblase en el lugar que agora está, y hallaron en él cantidad de oro y plata.